Fue la sensación de la temporada invernal de rallyes de 1963/64: un David rojo y diminuto con techo blanco dejó atrás a todos los Goliat dotados de potentes propulsores y ocupó el primer puesto en la clasificación general del rallye Montecarlo. Así, un pequeño coche se transformaba en leyenda de la noche a la mañana.
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